Rockola, Discos. 11 de junio de 2010

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«Papawa sigue volando altísimo, facturando un sonido propio, limpio y acústico, bien asentado en la tradición del género pero mirando al presente, evidenciando cuál es el camino por el que debe de andar la rumba catalana de orientación más pura»

Papawa
«Toca madera»

VENTILADOR

Lo tenía muy difícil Papawa, el grupo liderado por Pedro «Peret» Reyes, en esta segunda entrega, pues su canónico estreno del año pasado, «Papawa tiene la llave», situaba el listón tan alto que parecía insuperable incluso para ellos mismos. Y algo de eso hay, «Toca madera», esencialmente por comparación, desluce frente a aquel deslumbrante CD, con el que lograron sorprender (ahí, en la sorpresa, es donde residió su gran impacto, ya inolvidable) con algo tan sencillo como regresar a los orígenes formales de la rumba catalana, en compañía de un repertorio –aunque mayoritariamente ajeno– compacto, sin fisuras. En todo caso, ahora Papawa, con la incorporación de bajo eléctrico (Toni Reyes, hijo de Pedro) y atreviéndose con nuevas experiencias (llegan a rapear en ‘Herederos’), sigue volando muy alto, altísimo, facturando un sonido propio, limpio y acústico, bien asentado en la tradición del género pero mirando al presente, evidenciando cuál es el camino por el que debe de andar la rumba catalana de orientación más pura. Tanto es así que, siguiendo uno de los rituales inexcusables del pasado, incluso posan trajeados, con fina elegancia, lo que contrasta con el desmelene –estético y sonoro– de tanto grupo nuevo que sólo entiende la rumba desde la fiesta perroflautera.

Peret Reyes, en su papel de principal compositor, observa y analiza con ironía el paisaje y el paisanaje en las divertidas ‘Poder’ (en la que clama por la movilización popular, tan necesaria en estos días en los que sentimos como los «mercados» y sus exigencias marcan nuestro destino), ‘El ladrón’, ‘Capullo’ y ‘Enrollao’, o nos traslada al ambiente de los años 70, cuando acompañaba al maestro Peret, en la excepcional y narrativa ‘Gente de Madrid’ (tal vez la mejor pieza de la colección), incluso recupera un corte de Chipén («La boda») y describe el ambiente musical del barrio del Raval en ‘Ciutat Vella’. También muestra Papawa una cierta querencia por interpretar temas que giran alrededor de la rumba (lo que podríamos definir como metacanción) de los que despachan, además del citado ‘Gente de Madrid’, ‘Maestro rumbero’ (versión del salsero Ismael Quintana, interpretada por Ricardo Tarragona) y ‘Herederos’ (de Sam Mosketón, donde repasan con garbo a los clásicos y sus calles de origen); canciones cuya temática, sin duda, hará las delicias del aficionado más entregado. Pero quizás es en composiciones más universales como la emotiva «Se le nota», en la que el veterano Reyes saca aquella sensibilidad que ya desplegara hace tres décadas con Chipén, o ‘La golondrina’, hermosa creación de Sam Mosketón sobre un texto del histórico Chango (Agustín Abellán), con las que pueden alcanzar audiencias más generalistas.

Disco luminoso, «Toca madera» reafirma a Papawa como una de las realidades inexcusables de la rumba catalana, un grupo de los que escriben la historia con mayúscula, y es que se nota que tienen la llave, claro que sí, por derecho.
JUAN PUCHADES.

 

 

The National
«High violet»

4AD RECORDS/¡POP STOCK!

Aunque ya contaban con dos álbumes previos editados en un pequeño sello («The National», 2001, y «Sad songs for dirty lovers», 2003), su fichaje por Beggars Banquet y la aparición de «Alligator» (2005) fueron los detonantes para que The National se convirtieran en una de las bandas favoritas de los adictos a las canciones de formato confesional y las emociones a flor de piel. Podrían pasar por la versión accesible de The Black Heart Procession o por unos Tindersticks con «background» afterpunk, pero los de Brooklyn han sabido modelar un sadcore con rasgos singulares, que les aleja tanto de posibles conexiones «fashion» (su dramatismo nada tiene que ver con la impostura de Interpol) como de propuestas con sólida raíz en el gótico americano (la saga de David Eugene Edwards).

Tras el aclamado «Boxer» (2007), «High violet» es un firme paso más en la construcción de un intenso imaginario sonoro que se nutre de abundantes dosis de introspección y melancolía, materias primas que el quinteto neoyorquino maneja con sabiduría y la ayuda de unos cuantos amigos famosos (Sufjan Stevens, Bon Iver o Nico Muhly). Notable.
EDUARDO GUILLOT.

 

 

Incognito
Live in London – The 30th anniversary concert

DIAL DISCOS

Jean-Paul Maunick, más conocido como Bluey, es uno de los más brillantes genios musicales que ha dado el jazz funk británico (lo que prueba haber sido productor solicitado por gente como Philip Bailey o Chaka Khan). Por eso celebrar en directo los 30 años de carrera de su propio proyecto, y con más de 30 músicos en escena (incluidas suntuosas secciones de cuerda y metales), es siempre motivo de regocijo. Grabado en el IndigO2 de Londres el 22 de agosto de 2009, este doble CD recoge éxitos como ‘Always there’, ‘Get into my groove’, ‘Nights over Egypt’ o ‘Marrakech’. Lógicamente, Bluey se reserva para sus trabajos de estudio sus celebradas finuras sonoras (aquí prima el cuerpo a cuerpo con sus entregados fans, la energía en estado de vaporosa sudoración), pero aún hay sitio para que sus músicos desfoguen sus ansias solistas en piezas más largas y complejas como ‘Jacob’s ladder’, ‘Colibrí’ o ‘Expresso Madureira’.

Gilles Peterson les dio una definitiva y crucial oportunidad en 1991 fichándoles en su sello Talkin’ Loud. Se adelantaron a la fiebre del acid jazz y, por supuesto, sobrevivieron a ella. Cuentan de nuevo aquí con la vocalista Jocelyn Brown, que vuelve a cantar aquel ‘Always there’ de 1991 con la convicción de saberse en una música tan vital, única e imperecedera. El soul británico suele tener apuntes de originalidad y sofisticación ciertamente notables, y este es una vez más el caso.
GERNOT DUDDA.

 

 

Top Models
«Wall of fame»

BIP BIO RECORDS

Los hermanos Gil saben que nunca aparecerán en ningún muro de la fama. El suyo es un caso tenaz de aspiración al arte por el arte desde la fiel militancia en la diana mod. No extraña que, con mayor o menor regularidad, caiga en nuestras manos una nueva entrega de Top Models. Tratándose de ellos, uno es consciente de con quién se juega los cuartos y adivina lo que se encontrará en el disco. Sin embargo, este «Wall of fame» aporta jugosas novedades. Para empezar, Albert y Ricky Gil vuelven a unir sus talentos, que no es poco. Hablamos de los paladines del modernismo español de la primera mitad de los ochenta en Brighton 64. En su tiempo, se discrepó sobre el poderío de sus voces, más limitadas que las de otros compañeros generacionales. Hoy, poco tienen que envidiarle a Paul Weller. La edad es un grado. Y este combo arrastra demasiada erudición. La propia portada presenta un formidable y atemporal collage didáctico: Pete Townshend, Pepe Sales, Lillian Gish, Martha Reeves, Duchamp, Cézanne, Amy Winehouse, Charlotte Gainsbourg… Protagonistas de un imaginario que se extiende hasta la reciente incursión literaria de Albert Gil –el ácido y revisionista «Pista lliure»– y que convierten este lanzamiento en una auténtica enciclopedia del pop.

Ricky asume el grueso compositivo. Y de canciones, lo que se dice temas redondos, viene sobrado «Wall of fame». ‘Love maker’ es un pildorazo de garaje soul. La pieza que da título al trabajo suena como un Elliot Murphy electrificado. Impresionante labor en las guitarras, por cierto, y notable la voz blusera de la teclista Agnés Montferré. No, no se trata de cuatro mods nostálgicos y caducos. Aquí hay mucha inspiración, eclecticismo y abundante jugo extraído de medios tiempos. La melodía de ‘My favourite list’ se tatúa en el alma. La ensoñación acústica de ‘Last round’ pone el vello de punta. ‘Impossible friends’ supone un sugerente repaso de sus escapadas por Estados Unidos. ‘A taste of black’ –el videoclip escogido– profundiza en una negritud sosegada, aunque de percusiones imponentes. En fin, las facetas descubiertas y por descubrir de los Gil. A la altura de sus ídolos.
EDUARDO TÉBAR.

 

 

Micah P. Hinson
«Micah P. Hinson and The Pioneers Saboteurs»

FULL TIME HOBBY/HOUSTON PARTY

Una pistola –¿calibre 45?– nos apunta directamente al corazón o al estómago. Depende de a qué altura se sostenga el último disco de Micah P. Hinson. En un segundo y desenfocado plano, una fémina sostiene el arma de fuego. Así es la música de éste músico nacido en Memphis y afincado en Texas: un disparo a bocajarro que te deja frito sólo con escuchar algunos compases. Hinson ha tenido una vida salpicada de hechos desagradables. Vale la pena destacar que consideramos hechos desagradables pasar una temporadita en la cárcel, no tener donde caerte muerto o coquetear con la politoxicomanía. Como no podía ser de otra manera, todas estas experiencias vitales se han reflejado en los anteriores álbumes de Hinson, un auténtico especialista en desnudarse anímicamente en cada una de sus canciones desde que en 2004 publicara «Micah P.Hinson and The Gospel Progress». Durante los últimos seis años nos ha explicado los intríngulis de su vida como en «Micah P. Hinson and The Red Empire Orchestra» (2008), en el que abordaba su experiencia matrimonial. El año pasado hizo un alto en el camino para grabar un disco de versiones, «All dressed up and smelling of strangers», en el que su voz de barítono pasado de vueltas dio una nueva vida a temas de Dylan, Cohen, Beatles o Roy Orbison.

Parece que el hombre empieza a superar su angustia vital y en «Micah P. Hinson and The Pioneers Saboteurs» nos ofrece la mejor versión de sí mismo. Esto no quiere decir que el tejano se haya domesticado, ni mucho menos. Estamos ante un trabajo en el que la violencia sonora todavía se palpa y llega a su cenit en ‘Watchers, tell us of the night’ y sus industriales martillazos o las distorsiones en ‘2’s and 3’s’. No obstante, los desgarradores y dramáticos mensajes de Hinson le acercan en esta ocasión a Scott Walker o Lee Hazelwood como en ‘Take off that dress for me’. En ‘My god, my god’ y ‘Stuck on the job’, Hinson nos muestra su faceta como cantautor sensible y duro a la vez, dos adjetivos que pueden parecer contradictories pero que no lo son tratándose de un artista tan iconoclasta como Micah P. Hinson.
ÀLEX ORÓ.

 

 

Meat Loaf
«Hang cool teddy bear»

UNIVERSAL

Todo el mundo sabe que el mejor compositor para Meat Loaf es Jim Steinman, que los mejores discos del primero son aquellos en los que su voz canta los épicos temas escritos por el segundo (las dos primeras partes de la saga «Bat out of hell»). Pero Meat Loaf es ante todo un gran intérprete, debe alimentar sus discos de canciones ajenas, por lo que cuando el genio Steinman no colabora o el equipo de songwritters no da la talla, el consiguiente trabajo discográfico se resiente. Eso es exactamente lo que ocurre con este «Hang cool teddy bear», un disco simpático pero nada más, un coche con carrocería de lujo (gran banda, con ni más ni menos que Paul Crook a la guitarra) que arranca sólo a ratos porque el combustible no acaba de funcionar.

Las relaciones con Steinman hace tiempo que son tensas, con tribunales y demandas de por medio, pero en otras ocasiones el legendario cantante sí ha dado con equipos que han funcionado a la perfección. Hay que insistir, no se trata de un mal trabajo (‘If I can’t have you’ y ‘Like a rose’ son trallazos) pero en muchas ocasiones resulta artificial (‘Peace on earth’) y forzado (‘California isn’t big enough’). Sin duda, sabe mejor combinado con el disco en vivo que acompaña a la edición de lujo.
JUANJO ORDÁS.

 

 

The School
«Loveless unbeliever»

ELEFANT

La inocencia, el candor y el encanto a raudales de los grupos vocales femeninos de principios de los sesenta (The Shirelles, The Shangri-las, The Supremes, The Ronettes…) se fusionan con la elegancia y la prestancia del mejor pop escocés de los últimos años (Belle and Sebastian, Camera Obscura…) en «Loveless unbeliever», el LP de debut de The School. Como no podía ser de otra manera, en la formación manda una chica, Liz Hunt, responsable en solitario de la mayoría de las trece canciones del disco (disponible en CD y vinilo) con la excepción de las dos que firma con el guitarrista Simon Stone.

Hunt ofrece una imagen sixtie pero no es sólo una pose o una cuestión estética. Las letras hacen referencia a los años 50 y 60 y tratan temáticas amorosas parecidas a las que abordaban los viejos hits de los grupos femeninos ya citados. Temas como ‘Let’s slip’, ‘Can’t understand’, ‘Doping and praying’ (¿un homenaje a ‘Wishin’ and hopin’’ de Dusty Springfield?), ‘Is he really coming home’, ‘I don’t belive in love’ o ‘Shoulder’ tienen madera de clásicos y ese «no sé qué» que te impulsa a escucharlos una y otra vez sin cansarte. The School suenan frescos, agradables y prometen muchas cosas, lo que convierte a «Loveless unbeliever» en un disco altamente recomendable.
ÀLEX ORÓ.

 

 

3Mellizas
«3Mellizas»

Naked Man Recordings/PIAS

Buen estreno discográfico el de estos chicos, maños de nacimiento y barceloneses de adopción, que nos entregan un primer trabajo de título homónimo lleno de distorsión y sucias guitarras. Digo estreno discográfico pues Pedro, Juan y Jorge, quienes se esconden tras el singular nombre de 3Mellizas, llevan siete años tocando juntos, pisando los escenarios más dispares hasta que ahora, por fin, sacan su primer larga duración, grabado por Javier Ortiz en los madrileños estudios Brazil (Quique González) y masterizado por JJ Golden.

Son diez temas de tan buen calibre como ‘Chinarr’, ‘Amito’, ‘Apotheke’ o ‘Punteico’. Ojo a este último, una joya que roza el ruido de manera virulenta y electrizante. Para gustos más relajados encontramos también ‘G’, ‘Dominui’ y ese temazo que es ‘Ry’.

Quizá recuerden a Yo la Tengo o a Pavement. Cantan poco y en inglés; con una voz delicada pero nada distorsionada. En ‘Maricón’ o en ‘G’ podemos apreciar el trabajo vocal que desata el grupo en sus canciones. Pero no desvelemos el resto de canciones donde cantan o no, eso es algo que hay que descubrir con calma, cual sorpresa envuelta en papel de regalo.
CHARLY HERNÁNDEZ.

 

 

Anterior entrega de Rockola.

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