Rockola, Discos. 14 de mayo de 2010

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«Bellísimo de principio a fin. Melody Gardot ha sabido encaramarse a ese punto de madurez interpretativa que sigue beneficiándose de los encantos de la frescura inicial; con una voz sublime y unas canciones sin desperdicio»

Melody Gardot
«My one and only thrill»

UNIVERSAL

Bello, bellísimo de principio a fin. Melody Gardot ha sabido encaramarse a ese punto de madurez interpretativa que sigue beneficiándose de los encantos de la frescura inicial. Con una voz sublime, unas canciones sin desperdicio y con Larry Klein a los mandos (está claro que este hombre entiende de mujeres), su nuevo trabajo es sin duda una de esas grandes sorpresas a gritos en esta primavera hormonal de inconstante climatología.

Ella juguetea con los aires del blues, el soul delicado, la chançon… Pero en esta maravillosa burbuja atemporal que nos ha deparado no hay estándares, sino temas propios escritos por ella misma, denotando una clase reservada a los grandes. Y cuando los hay –caso del maravilloso ‘Over the rainbow’– lo deconstruye con vueltas de samba sin que desmerezca o pierda autenticidad. Tal variedad estilística tampoco implica que esto sea una montaña rusa: hay un tono de intensa belleza marcado por supuesto por su voz y por los delicados arreglos orquestales, y ahí entran en juego temas de la gravedad emocional de ‘Our love is easy’, ‘Les etoiles’, ‘The rain’ o ‘My one and only thrill’. Ya ‘If the Stars were mine’ (presentado en dos versiones, una de ellas orquestal) es un caso pluscuamperfecto. De diez sobre diez.

Recomendable conseguir la edición especial, que incluye un CD adicional con cinco piezas grabadas en directo en el Olympia de Paris; una de ellas una inesperada versión del ‘Ain’t no sunshine’ de Bill Withers.
GERNOT DUDDA.



Los Retrovisores
«La Nostalgia ya no es lo que era»

FLOR Y NATA

No hay confusión, desde la carátula Los Retrovisores dejan claro su propósito y su estética. Vestidos de «trabucaires» y con pose afectada dejan claro que lo suyo va a ser retro, quizás paródico y va a desplegarse desde la Barcelona que los ve ensayar. Algo así como Los Soberanos pero sin hacer versiones y con un maniático placer por llevar las letras hacia la sociedad actual.

Y lo curioso, lo extraño casi, es que aciertan cuando se dedican al ejercicio de estilo y no a la actualización. Sus consignas resultan insípidas, mientras que sus recreaciones son maravillosas. No es posible cantar a ritmo beat los atascos de la Ronda de Dalt cada mañana, o por lo menos requiere una especial sensibilidad, pero si que resulta creíble la desventura de una niña –en ‘Dieciséis’– vigilada por su madre.

Esto en cuanto al concepto, en cuanto a la formulación nada que decir, tienden al soul de Belter o a las bandas sonoras de Pedro Lazaga. Arreglos definidos y complejos con vientos de ‘Escala en Hi-Fi’, esto sí que lo saben hacer bien y son tanto más impresionantes cuanto más juegan a ser ingenuos.

Y al mismo tiempo tienen registros, el que les lleva a pequeñas miniaturas como ‘Surfin’Ocata’, un barrio popular del pueblo marinero de Masnou, o a melodías como ‘Sin ti no sale el soul’, una balada atmosférica de cuando los grupos de los sesenta cantaban para chicas y les salían canciones de campamento. Ese es su espectro, así que tras un par de insulsas arremetidas contra modernos e indies que desfiguran el conjunto, sonríen dos delicadas gemas: ‘El portal de Serrat’, con un estribillo adictivo, glorioso y una orquesta respirando a pleno pulmón y ‘El gran guateque’, que ya se hunde de Belter en Palobal con alegría, puro optimismo, garaje, psicodelia ibérica. Imprescindible es poco para los devotos de los sonidos añejos, para los demás sólo necesario.
CÉSAR PRIETO.



El Hijo
«Madrileña»

ACUARELA

Abel Hernández inició su carrera en solitario mostrando la piel de un oso. Y como tal actúa: hibernando largas temporadas para fascinarnos cuando se saca de la manga una colección de canciones. Así lleva un lustro. El ex Migala trabaja a fuego lento y con disciplina de artesano. La última media década se ha volcado en tareas de producción (Grupo Salvaje, McEnroe), mientras perfila su identidad como cantautor. Pero, ojo, nada de sermones previsibles y costumbristas. Con la fiel complicidad de Raül Fernández –mano derecha en los arreglos y contrapunto vocal–, «Madrileña» mejora las intenciones expuestas en el primer largo. Las composiciones llegan más lejos, si bien surgen del mismo patrón. Letra y música trazan un universo personal e intransferible. Sin cojear en ningún plano, Abel se recrea en un escenario que le pertenece y que sólo se admite en su voz grave y susurrante. Imaginería medievalista, vidas bolañescas, trasvases en el túnel del tiempo. Y todo armado sobre una alfombra de músicas alucinadas y sinuosas. El arranque con ‘Siempre ella’ ejerce de introductor con sus tambores militares. A partir de ahí, mucha literatura envuelta en una orquestina de guitarras españolas, ukeleles, ruidos y casiotones. Los arpegios de ‘Quebradizo y transparente’ retrotraen a lugares ya transitados, aunque nunca con semejante poder narrativo. ‘Balada baladí’ tiene aires de cuento de Tom Waits rematado por Danny Elfman. Igual que Nacho Vegas, Albert Pla o Fernando Alfaro, Abel Hernández alcanza cotas de autor mayúsculo. Justicia poética.
EDUARDO TÉBAR.



Marina Gallardo
«Some Monsters Die and Others Return»

FOHEN RECORDS

Veinticinco minutos de música orgánica, sin excesos sonoros e incluso desnuda pero audaz y efectiva. Este es el contenido de «Some Monsters Die and Others Return», el segundo disco de la gaditana Marina Gallardo, que acaba de editar el sello catalán Fohen Records.

En un primer momento, Marina nos engaña. El disco comienza con ‘A beast in me’, un tema con un arrebatador aire de western hipnótico. Le sigue un blues eléctrico y desgarrado titulado ‘Golden Ears’ y ‘The Squawking Bird’ pero, a continuación, la instrumentación eléctrica desparece para dar entrada a una decena de canciones en las que predomina el formato acústico, un formato en el que Gallardo parece sentirse muy cómoda. ‘Nora’ y ‘New Worlds’ son dos ejemplos de canciones redondas y de las posibilidades que la envolvente voz de Marina Gallardo nos puede ofrecer. En cada una de las canciones sientes como la cantante te tiende la mano y te pide que la sigas, que la escuches con atención, que tiene cosas que contarte y lo mejor que puede hacer el oyente es dejarse llevar. Este cancionero gana enteros con la producción de Paco Loco, que ha sabido entender las necesidades de Marina Gallardo y dar ese sonido tan característico y pluscuamperfecto que citábamos al inicio de éste reseña y que nos ha dejado patidifusos.
ÀLEX ORÓ.



The Chieftains feat. Ry Cooder
«San Patricio»

UNIVERSAL

Durante su larga existencia, The Chieftains se han distinguido por sacar a la música tradicional irlandesa de su ámbito natural. Y de pura y maravillosa reinvención en estos últimos años, han acertado al pasar a buscar esos mismos universos celtas en la música de otras latitudes, encontrando maravillosas similitudes. Les pasó con el álbum «Santiago» –que les valió un importante premio Grammy–, con el reciente «Alvorada do Brasil» de Carlos Núñez (el séptimo Chieftain) y ahora en este nuevo proyecto junto a Ry Cooder. El territorio que ambos recorren aquí es bien conocido del californiano, que ha contagiado a los irlandeses ese afán por la documentación previa a una grabación, una constante de sus propias andanzas recientes.

El nexo de unión es la historia de los San Patricios, una brigada entera de irlandeses reclutados a la fuerza en el ejército yanqui. No querían luchar contra otros católicos y se pasaron al bando del general Santana (cuyas tropas terminaron muy mal). Huyeron de la hambruna de la patata y acabaron ahorcados por traidores. Metidos en faena, Paddy Moloney y los suyos han podido compartir un tronco común por las polkas y mazurcas, y encontrar que los mexicanos también tocan con pulcritud ornamental instrumentos como el arpa o el violín. Ry Cooder les puso a huevo a los Tigres del Norte y a otros grupos que no conocían, como Los Folkloristas, Los Camperos de Valles, Los Cenzontles o La Negra Graciana, con su maravillosa y áspera voz. Contaron con Lila Downs en dos piezas repletas de «step dancing» y con Chavela Vargas en la emocionante ‘Luz de luna’, que interpreta con escalofriante pasión. Otro irlandés, Liam Neeson, fue llamado para ponerle sello propio a esa ‘March to battle’ que sitúa la historia de los brigadistas, intensamente musicada por la propia Banda de Gaita de Batallón de San Patricio. Carlos Núñez comparece con dos bellas piezas instrumentales y el propio Ry Cooder aporta ‘The sands of México’, cantando con mucho arrojo eso de «river down to churro vasco». Y sí, se trata de Churubusco, el triste lugar de la derrota. La que sí canta en un castellano impecable es la añoradísima Linda Ronstadt (‘A la orilla de un palmar’).

En todo caso, ya escore el resultado hacia lo celta o hacia lo latino, sobresale la interpretación musical de los propios Chieftains, que hacen que todo suene con inmensa naturalidad y maestría. En total, 19 piezas que se disfrutan como una exhalación. A uno le hubiera gustado que Paddy Moloney se hubiera escuchado de verdad cuando dijo que la aventura le daba para grabar tres o cuatro discos más.
GERNOT DUDDA.


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