Rockola, Discos. 16 de abril de 2010

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«Detrás de sus fogonazos inmediatos se esconden grandes verdades sobre la realidad que nos rodea, analizadas por un observador privilegiado y clarividente, capaz de sacarle punta a casi cualquier cosa a ritmo de ‘flamencobilly’ sinuoso y acústico»

Chico Ocaña
«Canciones de mesa camilla»

EMI

En su primer álbum en solitario, Chico Ocaña sigue allí donde lo dejó con Mártires del Compás. En ese lugar donde el talento, el ingenio y la chispa brotan por doquier en unas canciones con las que conectas, gracias a ritmo y melodía, desde el primer momento, pero que necesitan de varias lecturas para degustarlas a placer, para descubrir todas esas sentencias entre surrealistas y graciosas que Ocaña escribe con una naturalidad que tira de espaldas. Y es que detrás de sus fogonazos inmediatos se esconden grandes verdades sobre la realidad que nos rodea, analizadas por un observador privilegiado y clarividente, capaz de sacarle punta a casi cualquier cosa (los desamores, los pisos de 30 metros, la ecología, la muerte, a su hija…) a ritmo de «flamencobilly» (así le gusta a su autor denominar lo que hace, fruto natural del árbol venenoso primigenio) sinuoso y acústico (aquí está la principal ruptura con respecto al sonido de Mártires del Compás) mientras Ocaña canta, con el habitual desparpajo del sur, cosas tan bonitas como «Sándwich de amor / tú serás el queso de bola / y yo el jamón york».

Cuesta, entre las trece canciones de este disco, destacar a unas sobre otras, pero ‘Mentiras de verdad’, ’30 metros’, ‘Vía verde’, ‘CCC’, ‘Sevillanas de la luz propia’ o ‘Pez de acuario’ dan buena muestra de la fértil nueva cosecha de Ocaña, llegada, acertadamente, junto a la alegría de la primavera. Pero cuesta, de verdad que cuesta mucho no caer rendido ante el disco entero, ante su desbordante inspiración y locura, que decían aquellos otros locos sevillanos.
JUAN PUCHADES.



Guzmán
«29 de febrero»

CADILLAC MUSIC/KARONTE

¡El regreso del arquitecto del pop! Sobran las presentaciones, se trata de José María Guzmán, artífice fundamental de algunas de las más exquisitas experiencias grupales españolas (Solera, CRAG) y de diversos discos en solitario más que interesantes (¡aquel legendario “El país de la luz”!). No todo han sido grandes hazañas en su trayectoria, pero es justo reconocer que una banda como Cadillac era bastante más intersante de lo que su trasnochada campaña de marketing vendió y que los Hobbies son una banda de versiones perfecta para una noche sesentera.

Y aquí está “29 de febrero”, trabajo cuya edición se ha ido demorando desde el año pasado aunque lo que importa es que finalmente ya lo tenemos entre las manos. Y contiene lo que se esperaba de su autor: Pop limpio, cristalino, de letras sinceras y melodías vocales perfectamente sincronizadas. El único problema es que el CD se reparte entre canciones francamente buenas (‘Un poco de calor’, ‘Música, mi música’) y otras que podía haber arrinconado (la humorística ‘Orgullo heterosexual’, la caduca ‘Colgado de tu balcón’).

No es su mejor obra, Guzmán ha dado mucho más de sí. A veces suena actual, aunque en otras ocasiones parece anclado en un pasado que habría que revisitar. Y es que cuando menos ingenuo suena es cuando más brillante se muestra. Y momentos brillantes los hay, al fin y al cabo hablamos de quien hablamos. No es lo que dice, sino cómo lo dice, acertando y fallando a partes iguales.
JUANJO ORDÁS.



Steven Munar
«The Language of Birds»

LA PRODUKTIVA/SATÉLITE K

Los mallorquines The Tea Servants fueron una de las muchas formaciones que inundaron el panorama de la tardo independencia hispana de la segunda mitad de los 90 de efervescentes y academicistas melodías de tinte anglosajón. Muchas veces con una penetración popular inferior a los méritos contraídos, algo que siempre solía afectar a aquellos que empezaron más tarde de la explosión inicial y, además, lo hacían bajo presupuestos más clasicistas (más cerca de XTC que de The Lemonheads, para entendernos).

A esa opacidad no escapó aquella banda, liderada por un Steven Munar que ya demostró, con su disco en solitario de 2005 («Miracle Beach»), que fueron aquellos unos años de necesario rodaje en pos de una madurez totalmente redondeada con este, su segundo álbum. Un trabajo de estética y sonoridad cristalina (masterizado por Xisco Albéniz, de los grandísimos La Búsqueda), que se abre con el silbido de los pájaros y se cierra con las cuerdas de un ukelele, y en el que impera una espiritualidad que tiene mucho de bucólica. Y en la que no sólo rige el folk rock de manual (el practicado en ‘The Sun’, ‘Travelling’ o ‘Sister Mary’): su sensibilidad acústica (‘Whistle’, ‘Strength’), sus desvíos hacia el blues rural (‘Morning Sun’) y su sabio manejo de los claroscuros emocionales (como el de ‘No future, no past’) deberían hacerle un hueco en el pelotón de taimados artesanos de nuestro pop, ese grupo de discretos orfebres cuyo camino corre paralelo al de practicantes foráneos como Josh Ritter, Teddy Thompson, Josh Rouse y tantos otros.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.



The Bite
«In my town»

DAILY RECORDS/BIP BIP RECORDS

The Bite no engañan. En los créditos de «In my town», su primer larga duración, incluyen citas de Karl Marx y arengan a sus seguidores a odiar el fascismo y amar la música. Este cuarteto barcelonés nos propone recuperar el espíritu del rock más combativo de la segunda mitad de los años setenta, el que encarnaban bandas como The Clash o The Jam. Para ello recurren a los mecanismos estilísticos que solían utilizar Mick Jones, Joe Strummer o Paul Weller en esa época. A saber: velocidad, guitarras afiladas, potentes estribillos y letras con sabor a revuelta juvenil.

El CD incluye una docena de canciones tan intensas como cortas en metraje (el cómputo total de tiempo no supera la media hora), tal y como exigen los cánones del punk y la new wave. Quizás por ello se han añadido como bonus tracks los cinco temas que se incluían en el EP «Reason to belive», uno de los anteriores lanzamientos de la banda y que, en lo estilístico, no difieren un ápice de lo ya explicado. En definitiva, disco incendiario para amantes de las emociones fuertes.
ÀLEX ORÓ.



Sade
«Soldier of Love»

SONY

Sade Adu se alineó desde sus orígenes en esa suerte de soul vaporoso, tan agradable como inocuo, que resulta apto para ser deglutido por amplias audiencias… y, sin embargo, en sus manos (y en la de sus compañeros de grupo de siempre), en su voz, resultaba exquisito. En ello está tras ocho años de silencio, pero este disco naufraga irremediablemente por la excesiva e irritante presencia de programaciones con las que, es de suponer, el grupo ha tratado de reflejar el dramatismo y la soledad que domina las letras, pero, tal vez, más desenchufados (o echando la casa por la ventana y contratando una orquesta), la experiencia habría sido distinta, más conmovedora. Así únicamente transmite frialdad, aridez, distancia. Al menos ‘Babyfather’ deja algo de alegría en un disco tan oscuro como su portada. Y, sí, la voz de Sade permanece, algo es algo.
JUAN PUCHADES.



Slash
“R’n’FR”

DIK HAYD RECORDS

El primer disco en solitario de Slash es lo que se esperaba, una de cal y otra de arena a la que añadir un puñado de canciones colosales por las que merece la pena hacerse con él. Dentro de los temas simplemente correctos encontramos ‘Dangerous beauty’ (sí, Fergie demuestra saber cantar rock pero la canción es discreta), ‘Nothing to say’ (un mero ejercicio de moderno metal junto a M. Shadows) y las canciones cantadas por un sosísimo Myles Kennedy (‘Back from Cali’ y ‘Starlight’), quien para colmo se ha hecho con el puesto de vocalista del tour. En lo referente a las partes más prescindibles es de rigor citar la soporífera ‘Saint is a sinner’ (con Rocco de Luca), ‘I hold on’ (con un anodino Kid Rock en su ya aburrido papel de rockero de raíces) y ‘Gotten’, una bonita canción con la que Anthony Kiedis habría hecho maravillas pero que aquí es destrozada sin piedad por el insoportable timbre de Adam Levine (Maroon 5).

Pero afortunadamente la mitad del disco es notable. Ahí está un enorme Ian Astbury de The Cult abriendo fuego con la rockera ‘Ghost’ (la mejor canción del trabajo), Ozzy Osbourne dotando de carisma a un buen tema como ‘Crucify the dead’ e Iggy Pop y Lemmy Kilmister ofreciendo el poderío que se espera de ellos en las brutales ‘Doctor Alibi’ y ‘We’re all gonna die’. Por su parte, el talentoso Andrew Stockdale lleva el espíritu de sus Wolfmother a un muy buen single como es ‘By the sword’ mientras que Dave Grohl y Duff McKagan apoyan al guitarra en el aceptable instrumental ‘Watch this’ y Chris Cornell ofrece una interpetación de lujo en ‘Promise me’ (su actual etapa disco es una nimiedad pero el tipo sigue siendo un gran cantante).

A lo largo de todo el disco, Slash trabaja para la canción, creando muy buenos riffs (en ocasiones sobresalientes) y dando con el entorno adecuado para cada uno de sus invitados. La colección funciona aunque habría sido interesante someter con mayor severidad a sus colaboradores en lugar de supeditarse a ellos (prácticamente cada canción está hecha a medida de quien la interpreta). Un disco variado y entretenido que no supera al sobresaliente “Life ain’t grand” que registró junto a sus Snakepit (por no hablar de cualquier cosa grabada por Guns n’ Roses, claro) pero que ostenta buenas bazas.
JUANJO ORDÁS.



Big City
«The Brugal Years»

GRABACIONES EN EL MAR

El sello zaragozano Grabaciones en el Mar sigue celebrando su 15 aniversario por todo lo alto. Hace pocos meses reeditó la discografía completa (con suculentos bonus tracks) de los catalanes Carrots y ahora hace lo propio con Big City, una formación también zaragozana que ha sabido mezclar el pop, el rock, y el folk psicodélico norteamericano. El artefacto sonoro se llama «The Brugal Years», en un homenaje a la marca de ron que parece que actuó como gasolina para el grupo e incluye los dos discos que han grabado hasta ahora la banda.

«A spring of summers» (2003) supuso el debut discográfico del grupo y una apuesta firme por un estilo preciosista, cálido y envolvente. En este primer trabajo afloran sin rubor las influencias psicodélicas, del folk rock de los Byrds, de Neil Young o de los mismos Beatles pero sin caer en el revivalismo. El disco ha sido remasterizado para potenciar el inmaculado sonido de los Big City. Este primer CD se completa con el tema ‘Pumuky’, que grabaron para el homenaje a El Niño Gusano en 2004.

En «Call an ambulance», editado por primera vez en 2006 por King of Patio y en 2008 por Naced Man Recordings, la banda dio un paso al frente. Actualizó su sonido, aunque se mantuvo fiel a las influencias que llegaban del otro lado del Atlántico. En esta ocasión, la referencia sonora son los Wilco o Mercury Rev. Este segundo compacto se completa con siete temas inéditos entre los que destaca una versión de ‘7 de septiembre’, de Mecano. El resto son demos de los temas que integran «Call an ambulance».

Sirva pues este «Brugal Years» para paladear la discografía de Big City mientras esperamos su tercer disco, cuya edición esta anunciada para las próximas semanas.
ÀLEX ORÓ.



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