Klaus & Kinski: En la variedad está el gusto

Autor:

«Alejandro ha estado muchos meses encerrado en el estudio, y yo pasando la aspiradora y planchándole sus camisas. Unas cuantas canciones más me hubieran supuesto algún disgusto no desechable»

El dúo murciano formado por Alejandro Martínez y Marina Gómez Carruthers publica “Tierra, trágalos”, un segundo álbum que les ratifica como una de las propuestas más atractivas del pop estatal.


Texto: EDUARDO GUILLOT.
Fotos: BLANCA GALINDO.


Con “Tu hoguera está ardiendo”, su celebrado debut, se convirtieron en una de las revelaciones de la escena pop estatal. Un año más tarde, el EP “Por qué no me das tu dinero” confirmó que no eran flor de un día, pero es “Tierra, trágalos”, su segundo larga duración, el disco que les sitúa definitivamente entre los grupos más importantes de la escena española. Alejandro Martínez Moya y Marina Gómez Carruthers, integrantes de Klaus & Kisnki, vuelven a lanzar los prejuicios por la borda en su mejor colección de canciones hasta la fecha.

¿A quién debe tragarse la tierra?
ALEJANDRO: A la gente que pita en los atascos.
MARINA: El título surgió de un malentendido; creí oírselo a un amigo en un bar hablando sobre la vergüenza ajena.

Salís a disco por año. ¿Tan prolífico es Alejandro? ¿Desecháis muchas canciones?
A: Últimamente, no. Y la verdad es que a mí me gustaría. Me hubiera encantado hacer más de veinte, para después sacar un disco de trece o catorce. Pero luego lo pasamos fatal para elegirlas. Si no tuviera que ir a trabajar por las tardes, no tendría problema en componer las que hicieran falta.
M: Ha estado muchos meses encerrado en el estudio, y yo pasando la aspiradora y planchándole sus camisas. Unas cuantas canciones más me hubieran supuesto algún disgusto no desechable.
A: Eso es discutible, pero no en la prensa.

El grupo se ha convertido en uno de los más apreciados por el público indie. ¿Os sentisteis presionados a la hora de trabajar en el disco?
A:
Un poco. Pero es genial, porque es una situación envidiable, en el fondo. Podemos editar lo que sea, y gustará o no, pero como mínimo nos van a escuchar o a prestar un poco de atención. Ya no es el «Hola, estamos aquí» del primer disco.
M: A mí me daba mal rollo que nos criticaran, en cualquier caso.

La variedad sigue siendo una de vuestras señas de identidad. ¿Dónde está el límite? Lo pregunto, concretamente, por ‘Brilla como una estrella’, que me recuerda, con perdón, a Olé Olé.
A:
Olé Olé… Hay ochentas para todos. La verdad es que no gustan tantas cosas, estilos, estéticas y épocas, que no tenemos ningún problema en asumir estas cosas, aunque haya gente a la que le chirríe. Es un riesgo a asumir. Habrá quien no soporte el ochenteo porque nunca le haya puesto y habrá quien no acepte cualquier otra cosa. Pero todo es música pop. O lo que nosotros entendemos por pop, que viene a ser la música popular de nuestro tiempo amplificada por los medios de masas.

Esa variedad es una virtud, pero vuestros discos mantienen una coherencia sonora clara, más allá de los palos que abordáis. ¿Se debe a la producción de Alejandro? ¿A la cohesión que aporta la voz de Marina?
M:
A Álex siempre se le nota su rollo; cuesta poco reconocer su toque hasta cuando ha tocado cosas más «mainstream». Lo de mi voz, que puede parecer un elemento homogeneizante, no es más que una limitación natural.

Hablando de la voz, parece que está bastante tratada en la grabación. ¿Supone un problema en directo?
A:
El problema es que no puede ser exactamente igual, si queremos que el público la oiga. La gente ni se imagina hasta qué punto es un hilito de voz el que grabamos, porque buscamos un timbre susurrante, aunque se escape tanto aire. Luego dicen que no se entiende la letra. Es normal, pero si no lo hiciéramos así, no sonaría tan lánguido, que es lo que nos gusta y es como se nos reconoce.
M: A mí me da un poco de rabia que la gente se queje de que no oye la voz. Salvando las distancias, nadie va a decirle a Bilinda Butcher (My Bloody Valentine) que se pegue más al micro o se baje la reverb. Nos gusta que estén mezcladas y muy poco inteligibles.

‘Deja el odio para después de comer’ empieza con un discurso de Hitler, y en el primer disco había un tema titulado ‘Mengele y el amor’. ¿Obsesión por el nazismo o simple coincidencia?
A:
Hitler recita muy bien. Es un actorazo. Dota de carga emotiva y drama a cualquier acompañamiento musical que le pongas, aunque sea ‘El Bimbó’ [Georgie Dann]. La canción habla de la necesidad y, a la vez, de la pereza que produce odiar, y en el discurso dice: «Los aliados nos tachan de intolerantes; pues bien, lo somos».

Como en el EP, las letras vuelven a aparecer en el álbum. ¿Prueba de su importancia o de que el primer LP se vendió bien y Jabalina, vuestro sello, ha tenido que ir asumiendo gastos extra?
A:
Mucha gente nos lo pedía. Con el primer disco nos hubiese gustado, pero no estábamos en disposición de pedírselo a Jabalina, que no lo hacía. En ese momento, hubiera sido una falta de respeto respecto a otros. También es cierto que nadie sabía entonces cómo iban a ir las cosas en cuanto a ventas.
M: Igual es una mezcla de todo. Cuando nos ficharon, todo estaba bastante menos claro; no sabíamos si el disco iba a ir bien, si sería rentable. Los resultados generales del álbum anterior estuvieron bastante bien, así que hemos tenido más extras en este, además de la edición con las letras y el vinilo doble.

Hablando de las letras, ¿creéis que los textos de vuestras canciones, su oblicuo sentido del humor y su peculiar costumbrismo, reflejan una manera de ser típicamente murciana?
A:
No sabía que hubiese un humor murciano. Cuando eres de provincias, utilizas expresiones populares y usas ciertas dosis de humor, desde Madrid o Barcelona enseguida te juzgan como una especie de “pop  rural” y de esencia netamente hispánica. La verdad es que no nos molesta, no sé, yo pienso en Albacete y lo que ha parido y me parece lo más grande del rock español. Lo que pasa es que hay mucho grupo flipado tomándose muy en serio a sí mismo y siendo muy “oh yeah”.
M: Además, nosotros no somos muy murcianos de la media, aunque imagino que es irremediable que tengas costumbres muy de la tierra en la que has vivido toda tu vida.

En internet hay un gran debate en torno a vuestro directo. Hay defensores a ultranza y feroces detractores. Yo he visto grandes conciertos (FIB) y otros más irregulares (Albacete). ¿De qué depende?
A:
El de Albacete fue la mayor basura que hayamos hecho. Era un acústico, tocando sentados, a la una de la mañana, en una sala repleta. El sonido era una mierda y la mayoría del público ni nos veía. La gente no se callaba, y hacer un acústico en esas condiciones era ridículo, ni siquiera te oías a ti mismo. En general, nuestro problema es que tenemos mucho más que perder que otros grupos cuando la acústica de la sala o el equipo son malos. Tenemos que ajustar el volumen de todo a una voz que suena flojito, en el umbral del acople. Cuando el sitio suena mal o regular, el resto de grupos pueden tirar de volumen, que siempre funciona, pero nosotros no.
M: Se nota mucho la respuesta de la gente. Si van a lo suyo o te gritan cosas desagradables, se pasa mal, te pones nervioso y te sale peor. Supongo que hay gente que se crece ante estas situaciones, pero a nosotros se nos dan fatal. Cuando el público está pasándoselo bien y es receptivo, todo va mejor.

POR AMOR AL ARTE

La apuesta es arriesgada, pero también muy original. En las fotos promocionales destinadas a los medios de comunicación que Blanca Galindo ha realizado para su segundo álbum, Klaus & Kinski han decidido emular diversos cuadros famosos, como “El matrimonio Arnolfini” (Jan Van Eyck), “El Ángelus” (Jean-François Millet) o el “Autorretrato con modelo” de Ernst Ludwig Kirchner. «Yo soy historiador del arte, aunque la idea y la dirección son de Marina», explica Alejandro. «Pero, por supuesto, estoy encantado con el historicismo. Me cuesta mucho posar en fotos, pero si es vestido a la usanza del siglo XV no tengo ningún problema». No miente. Marina segura que se le ocurrió hacerlas «precisamente para conseguir que Alejandro se dejase retratar sin poner cara de circunstancias en todas las fotos. Intentamos elegir pinturas que pudieran adaptarse a lo que somos nosotros o, también, cosas y situaciones que nos gustan. El cuadro que me dio la idea fue ‘Judith y Holofernes’, de Artemisia Gentileschi. Me hacía mucha gracia lo de cortarle la cabeza al pobre Álex… La verdad es que ha sido todo bastante más fácil para nosotros que para la fotógrafa y las estilistas que nos han ayudado, que se lo han trabajado mucho». A la vista de los resultados, ha merecido la pena.

Artículos relacionados