Max: Entre riffs y viñetas

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“He visitado varios foros y he leído de todo. Hay quien dice que esta portada es una auténtica mierda. Aunque eso también lo afirman quienes ponen a parir el disco, y a mí me parece uno de los más redondos de Los Planetas”

 

El mítico autor de historietas e ilustrador repasa sus querencias musicales. El creador de personajes como Peter Punk o Bardín el Superrealista lleva cuatro décadas dibujando con canciones. Frank Zappa, The Clash, Neil Young, Nick Cave, Giant Sand o Los Planetas son algunos de los nombres que ponen banda sonora al trabajo del Premio Nacional de Cómic 2007. ¿Su última obra? El apresurado encargo de la portada de “Una ópera egipcia”, octavo disco del grupo liderado por J.


Texto y foto: EDUARDO TÉBAR.


Todo lo que rodea a Los Planetas genera tiranteces, amores y odios desaforados. Los granadinos publican el día 14 su nuevo alegato flamenco. Max, pionero de las viñetas contraculturales en España, recibió el encargo de la formación de J hace sólo unas semanas. El catalán escuchó el disco y rumió el concepto de “Una ópera egipcia”, como se suele tildar a las catedrales del cante jondo. La compañía le exigía premura para ajustarse a las fechas establecidas tras descartar las propuestas de Daniel d’Ors. Max contaba con la ventaja de conocer al dedillo la obra de la banda, para la que realizó en 2004 la animación del videoclip de ‘Y además es imposible’. El resultado circula por la Red y ya se somete al escrutinio de los ultras. Ojo: por experiencia, sabemos que las portadas de Los Planetas quedan tatuadas en la memoria colectiva de los fieles. Como ya sucedió con los diseños de Javier Aramburu, la fachada del flamante álbum opta a la categoría de icono generacional. Demasiada responsabilidad para su creador. “He tenido que currar a toda pastilla durante dos semanas. Contrarreloj, algo un poco angustioso”, confiesa el artífice de la faraónica estampa del octavo disco de Los Planetas.

Grandilocuencia, simetría, pop. La fachada de “Una ópera egipcia” concentra todos los valores del actual universo Planetas. “Si me hubieran dejado más tiempo, quizá una semana, habría compuesto un teatrillo de cartón con recortables de verdad. Era mi intención, lo que me sugería el título. Pero, con la soga al cuello, me tuve que resignar a esta solución”. No obstante, la imagen encandila y repele con pasión según el ojo crítico de quien la observa. “He visitado varios foros y he leído de todo. Hay quien dice que esta portada es una auténtica mierda. Aunque eso también lo afirman quienes ponen a parir el disco, y a mí me parece uno de los más redondos de Los Planetas”, bromea Francesc Capdevila (Barcelona, 1956), popularmente conocido como Max. “Me enganché a ellos a través de temas como ‘Desorden’, que habla del suicidio de Ian Curtis. Me cobijaron mientras desarrollaba la novela gráfica ‘El prolongado sueño del Sr. T’, a finales de los noventa”.

El dibujante pudo sincerarse en territorio comanche como protagonista del ciclo La Música Contada en el Teatro Alhambra de Granada. Allí desglosó sus inclinaciones por el rock. Apuntes significativos en una figura histórica que trazó el ritmo de la contracultura española desde el pleistoceno, antes de la Transición. “En 1968 descubrí sensaciones de peligro y de placer gracias al ‘Jumpin’ Jack Flash’ de Los Rolling Stones. Hallé un mundo en el que me sentía cómodo: los cómics de Robert Crumb y novelas como ‘Los vagabundos del Dharma’, de Kerouac. El lado sórdido y sexual me interesaba muchísimo en la adolescencia”. En 1973, Max publicaba desde la clandestinidad en “El Rollo Enmarcarado”, primer fanzine contracultural en nuestro país. Despacharon mil ejemplares en la edición inicial. Actividad que no tardó en llevarles a juicio. Percance que, lejos de frenar a su pléyade, estimuló las ansias revolucionarias de aquel plantel de subversivos que devoraba vinilos de Frank Zappa en las casas de Mariscal y Nazario. “Era muy ecléctico por aquella época. Me atraían el soul, el folk británico, la psicodelia de Grateful Dead y hasta la música celta. De ahí la pasión por las mitologías, que han inspirado mucho mis cómics”.

Canciones evocadoras para un tipo que odia “dibujar coches o edificios”. Un creador que se nutre de literatura fantástica y que babeó con un Dylan vecino, Pau Riba. “Lo ponía mucho cuando se fundó ‘El Víbora’, a finales del 79. Aquello significó un periodo de aprendizaje real. Me profesionalicé”. En realidad, su ídolo era Neil Young. “Quería parecerme a él, tener esas dos caras: la triste y bucólica, y, por otra parte, la despierta y desatada. Aún mantengo como máxima el título del disco que me flipó entonces: ‘El moho nunca duerme’ (‘Rust never sleeps’). Young y los Clash fueron importantes en mi etapa de veinteañero”. Sin embargo, la Patti Smith de ‘Dancing barefoot’ acompañó sus horas perfilando la saga de Peter Pank, su bestseller aún hoy.

El estallido de color de los ochenta le colocó en la órbita de Radio Futura. “En La Movida quise hacer cómics relacionados con la música. Santiago Auserón me pidió una historieta en 1987. Mi condición: lo haría sólo si él también se implicaba en la elaboración. Estuvimos mucho tiempo intercambiando impresiones por correspondencia. Todo muy lento. Yo en Mallorca, él en Madrid. Así fue como Santiago desarrolló ‘El canto del gallo’. No llegó a tiempo para el disco, pero salió entera en ‘El Víbora’. Auserón escribió diálogos en verso y los añadió en un reggae instrumental en los directos”. La colaboración tuvo su secuela en el cartel de la gira de Kiko Veneno y Juan Perro, “Vienen dando el cante”. “Una noche, estando yo muy borracho, Kiko Veneno me explicó que aquel cartel resumía toda la historia del rock: los músicos, el camino, la luna… Me gustaría que me lo volviera a contar, pero no he vuelto a coincidir con él”.

Sí que se topó con Pascal Comelade. Compañero de quinta al que unen rasgos como la inquietud creativa y la timidez. Ambos estrecharon lazos en 1992 para culminar el excelente “Haikus de piano”. “Pascal y yo somos muy parecidos. Podemos juntarnos y estar horas uno junto al otro sin decirnos nada, pero los dos sabemos lo que estamos pensando”. Los noventa, en cambio, fueron para Max años oscuros. Se hartó de los cómics y se volcó en la ilustración, disciplina mejor remunerada. Sonic Youth y Dinosaur Jr parecían el complemento perfecto para pintar esqueletos y sucumbir al influjo del mito de Orfeo. “Y Nick Cave, al que aborrecí de tanto oírlo”, señala el Premio Nacional de Cómic 2007. “Y su homólogo femenino, PJ Harvey”. Ya metido en el siglo XXI, salió a flote. Muñequitos de color, el boom de ‘Bardín el Superrealista’. “Es mi periodo de acercamiento a los discos de Los Enemigos y, sobre todo, a la música americana. Disfruto mucho con Giant Sand. Howe Gelb es uno de mis artistas favoritos. Cat Power, Lambchop, Mogwai… Siempre están ahí sonando cuando trabajo. Como Bob Dylan, al que escucho con las mismas ganas que en 1968”.


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