La Música de El Mundano: Viaje alrededor de Carlos Berlanga

Autor:

carlos-berlanga-12-12-09

“Las maquetas que escuché eran sensacionales. Todo hits. Nuestras reuniones tanto en el estudio de Sycet como en nuestra oficina fueron esplendidas. Conectamos rápidamente. Nuestra compartida pasión por la música brasileña y Antonio Carlos Jobim fue el pegamento”

Una sección de ADRIAN VOGEL.


Una llamada de Diego A. Manrique me alerta de la exposición sobre la obra de Carlos Berlanga, quien este pasado mes de agosto hubiese cumplido 50 años. Estará en la Sala de Exposiciones El Águila de Madrid desde ayer hasta el 7 de marzo. Y viene de Valencia.

carlos-berlanga-12-12-09-B“Viaje alrededor de Carlos Berlanga” nos muestra una faceta supuestamente menos conocida: el pintor, el dibujante, el diseñador, sus cómics. Y digo supuestamente porque es responsable de portadas de discos de éxito, del cartel –junto a Juan Gatti– de “Matador” (la película de Pedro Almodóvar), premio Ícaro de Artes Plásticas. Escribe Pablo Sycet, comisario de la muestra (¿por qué en el mundo del Arte y las galerías a los organizadores les llamarán comisarios?):

“Antes de tomar tierra, con la mirada húmeda por la emoción de pisar Río por vez primera después de haberla soñado durante tantos años en la distancia, me prometí recuperar el proyecto de exposición sobre la personalidad y el talento de Carlos que acordé poner en marcha junto a Blanca Sánchez Berciano en 2002, la primera vez que nos vimos después de que Carlos pasara a vivir en otra dimensión –esa en la que persevera para siempre quien vive a través del recuerdo y de la magia de su obra en la memoria colectiva de sus contemporáneos– y que no pudimos ver realizado por la también prematura desaparición de Blanca en el verano de 2007. Y ahora, justo cuando él hubiera cumplido su primer medio siglo de vida, toma cuerpo este ‘viaje alrededor de Carlos Berlanga’ para recrear y ensalzar la producción multidisciplinar del que, para mí, es sin duda el artista más completo y brillante de su generación.”

Pablo continúa diciendo “quizás para vencer su timidez casi enfermiza, o tal vez para dinamitar relajadamente su fama de vago y dandy diletante, Carlos sólo necesitaba un punto de apoyo, papel y lápiz para dibujar con una facilidad pasmosa todo un universo paralelo al que habitaba, mientras contaba algo divertido o te escuchaba, como si su mano tuviera autonomía y no necesitara ni siquiera de su atención para plasmar sus chicas en mil posturas y actitudes, sus metafísicos paisajes sembrados de guiños a Dalí o De Chirico, o esos cómics  protagonizados por la starlette más malvada, Gladis Turbo, y por Olga Zana –su personaje favorito y álter ego de verbo surreal– que ideaba y plasmaba a una velocidad de vértigo, como si esa fuera su natural misión en este mundo.”

Mi primer contacto con el Carlos Berlanga musical fue cuando empezaba con Kaka de Luxe. Vicente “Mariskal” Romero estaba empeñado en que los viese. Trabajaba de A&R para Epic y fuimos varios a verles. Conocía a Alaska de coincidir en el ascensor con ella. Nuestra oficina estaba en el mismo edificio que la delegación diplomática de México. Donde acudía acompañada de su madre. Me llamaba la atención su juventud y sus pintas punkis.

La actuación fue bastante floja. No tocaban demasiado, tampoco sonaban bien, pero tenían su punto (de hecho fueron el grupo cantera de la Movida que vino después). Vicente les había aleccionado pero El Zurdo se tiró toda la tarde de espaldas al público y sólo se volvía para decir aquello de “pero que público más tonto tengo” mirándonos a nosotros. A mi jefe y su esposa no les hizo demasiada gracia. Cuando se levantaron para irse, en medio del recital, se desplomaron sus butacas, arrastrando a varias de las de al lado. La timidez de Carlos, escondido detrás de los bafles y el telón, me pasó inadvertida. Pero alguien me comentó “ese de ahí detrás es el hijo de Berlanga”. Acabaron firmando con Chapa, el sello que formó Mariskal.

Su facilidad para componer, solo o en compañía de su inseparable Nacho Canut, lanzaron a Alaska y los Pegamoides, primero, y a Alaska y Dinarama, posteriormente. Tengo entendido que su aversión a los escenarios y a cantar en público fue una fuente inagotable de problemas. Pero no un freno para su creatividad. “Me gusta mucho dibujar y pintar. Todas las tragedias que me pasan las sublimo creando.”

Varios millones de discos después, en 1990, inicia su carrera en solitario. “El Ángel Exterminador” fue su debut. Y no funcionó. Un batacazo que debió ser un golpe moral. Cuatro años más tarde en plena ebullición de mi compañía, Compadres, Pablo Sycet me habla de las nuevas canciones de Carlos. Pablo fue el diseñador de nuestro logo, muchas de las portadas que editábamos eran suyas, toda la cartelería estaba diseñada por él. Me interesó y mucho su propuesta. Con las lógicas prevenciones, debidas a Radio Macuto. Pero era consciente que suponía un salto cualitativo para Compadres.

Las maquetas que escuché eran sensacionales. Todo hits. Nuestras reuniones tanto en el estudio de Sycet como en nuestra oficina fueron esplendidas. Conectamos rápidamente. Nuestra compartida pasión por la música brasileña y Antonio Carlos Jobim fue el pegamento. Me presentó a un jovencísimo Juan Manuel Sueiro, responsable de las programaciones, quien además coprodujo “Indicios” junto a Carlos Berlanga. Esto era una apuesta arriesgada, dada la reputación de uno y la inexperiencia del otro. Pero funcionó, vaya si lo hizo.

En nuestras conversaciones de preproducción el tema de las versiones y las colaboraciones se zanjaron rápido. Estaba claro lo de Vainica Doble y el “Aguas de Março” de Jobim. Me pidió contar con Ana Belén para hacer un dueto del clásico brasileño. Llamé a Ana, quien aceptó encantada. Curiosamente este tema fue el que más guerra nos dio. Su estructura rítmica es complicada. Nos ayudó mi compadre Raimundo Fagner. “Hermano, no podías haber elegido otro tema” me dijo en portuñol cuando le comenté sobre el dúo. Raimundo y yo nos tiramos dos noches buscando percusionistas por los garitos de jazz de Madrid, porque Rubén Dantas estaba de gira con Paco de Lucía.

Terminada la grabación y consciente de la joya que tenía entre las manos tiramos la casa por la ventana. Y masterizamos en Londres con el crack del momento, Ian Cooper (en los estudios Metropolis). Se desplazó Paco Trinidad, quien acababa de terminar la grabación de Mission Hispana. Así que matamos dos pájaros de un tiro y el acabado de ambos álbumes fue impecable.

“Indicios” fue un éxito de público y crítica. Se quedó a las puertas del Disco de Oro y en las reseñas que hace la crítica sobre los mejores discos de los 90 siempre aparece entre los diez primeros. Los de AustroHúngaro hicieron una esplendida reedición hace unos años.

Su aversión a los escenarios seguía presente. Acordamos hacer algunas presentaciones puntuales. Necesitábamos esa presencia para dar a conocer su música. Sólo hicimos una. En Bilbao. Sufrió. Me di cuenta que no merecía la pena. Era una tortura para él. Y se notaba, con lo cual tampoco cumplíamos el objetivo.

Nuestros caminos se separaron con mi marcha a Polydor. Me llamó años después cuando preparaba “Vía satélite… alrededor de Carlos Berlanga” para Edel, la compañía que me había comprado Compadres. Quedamos y me hizo escuchar las nuevas canciones. Comentamos varias cosas al respecto. Y no volvimos a coincidir. Hasta ayer, gracias a la muestra que ha preparado Pablo Sycet de toda su polifacética obra.


Anterior entrega de La Música de El Mundano: El patio anda revuelto.


Puedes seguir a Adrian Vogel desde El Mundano.

En :

Artículos relacionados