Leonard Cohen: “Huellas en la arena”, por Diego Vasallo

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“Sus canciones atraviesan el mundo para llegar hasta el minúsculo rincón en el que estás agazapado. Se sientan a tu lado y se quedan para siempre”

 

La muerte de Leonard Cohen dejó mucho silencio. No solo el suyo, también el de otros que bebieron de él. Entre ellos, el de Diego Vasallo, que lo rompe escribiendo estas líneas para Efe Eme.

 

Texto: DIEGO VASALLO.

 

El otro día a media mañana, una angustia espesa planeó como una sombra sobre las paredes de mi estudio, como si faltara algo de aire; el día se oscureció y las horas pesaban como planetas. Más tarde las noticias decían que Leonard Cohen había muerto.

Pero yo no creo en las señales.
Se fue el gran hombre. Le desearía un buen viaje como un acto de amor, pero yo solo creo en el cielo que veo desde mi ventana, lleno de nubes y hojas volando.

Y no me gustan las despedidas.
Fue él un intruso, que hace ya mucho tiempo, contaminó las canciones de poesía. Con su figura de escritor noir y toda la seducción de su voz tocó a la puerta de la música pop, volcó en ella toda su melancolía, y la engrandeció.

Sabio y aprendiz, asceta y mujeriego, monje y bebedor. Bohemio con mirada de anciano, viejo con un joven corazón latiendo a ritmo de valses a punto de desvanecerse.

Pero no creo en la magia, ni tampoco en las contradicciones.

Sus canciones atraviesan el mundo para llegar hasta el minúsculo rincón en el que estás agazapado. Se sientan a tu lado y se quedan para siempre. En ellas puedes guarecerte cuando algo se pone feo, te contagian algo de su oscura belleza, y te acompañan como tus huellas en la arena.

Ahora dicen que se ha ido, pero yo no estaría tan seguro. Aparecerá cualquier día sentado en un banco tarareando nanas y dando de comer a las palomas. Parece que hoy su llama se ha apagado, aunque yo le seguiré esperando.

Porque no creo en las apariencias.

 

Diego Vasallo.
Donostia, noviembre de 2016.

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